Entregada a su vocación, la hermana Encarnación dirige el Colegio y Residencia Nuestra Señora del Huerto en Pamplona
ANDREA MONTES FERNÁNDEZ. Pamplona.- Nunca ha tenido una crisis de fe. La hermana Encarnación Riol Rodríguez nació en León y se crió en una familia que, aunque era católica, no acostumbraba a ir a misa todos los domingos. Fue la penúltima de cuatro hermanas y un hermano. Ni siquiera la muerte por accidente de su único hermano varón a los 21 años le hizo dudar de la existencia de Dios. Así, tras acabar Bachillerato, decidió que su vocación era ser monja. A día de hoy, tiene claro que si tuviera una nueva oportunidad, volvería a elegir una vida dedicada a Él.
Encarnación Riol estudió hasta los 10 años en una escuela pública de monjas en León. Aún así, no fue ninguna de las monjas de su escuela la que le abrió los ojos sobre llevar una vida consagrada. Durante su infancia siempre estuvo muy cerca de Dios. “Me considero una persona muy espiritual aunque es verdad que de niña quizá lo era más que ahora”, confiesa. Así, su vocación no surgió de un día para otro. “Cuando era pequeñita y todavía vivía en León una de mis amigas tenía una hermana religiosa. Yo tenía una idea creada sobre ese tipo de vida y mi interés fue creciendo”. La hermana terminó el colegio con la necesidad de saber si ser monja era realmente su vocación o si simplemente se trataba de una ilusión de su infancia que no iba más allá.
Con este planteamiento en su mente, la joven buscaba “una vida diferente” y la encontró en el Colegio Nuestra Señora del Huerto en Pamplona. Este colegio fue fundado en 1951 cuando cinco religiosas de la Congregación Hijas de María Santísima del Huerto llegaron desde Buenos Aires al barrio de San Juan en Pamplona. Pero la ciudad navarra no fue su primera parada. Antes, en 1949, habían sido llamadas por la Caja de Ahorros de León para sacar adelante un psiquiátrico que se acababa de construir. El fundador de la Congregación, Antonio María Gianelli, tenía como idea principal que sus religiosas sirviesen en el ámbito educativo. Sin embargo, estas no querían cerrarse solo a eso al ver la cantidad de necesidades existentes a su alrededor. De esta forma, algunas se desplazaron a Guriezo, un pueblo cerca de Santander, para atender en algunos hospitales, y después, a Pamplona donde en 1951 levantaron la primera piedra del colegio en el que Encarnación Riol resolvería las dudas sobre su vocación.
«MI familia no se sorprendió por mi decisión. Mi hermana también había comenzado el «noviciado», aunque nunca me comentó de qué trataba»
La hermana Corazón, que estaba a su cuidado y que, a día de hoy, sigue siendo maestra en el colegio, fue la primera persona a la que Encarnación Riol le contó sus intenciones religiosas. Una vez convencida, inició el “postulantado”, es decir, el periodo de prueba para asegurar su vocación y para comprobar si encajaba en la Congregación. Tras esto, inició los dos años de “noviciado” donde recibió la formación necesaria para llegar a la vida consagrada y hacer los votos de pobreza, obediencia y castidad. “Mi familia no se sorprendió por mi decisión. Mi hermana mayor también inició el noviciado pero tuvo que volver a casa porque enfermó y creían que iba a morir”. A pesar de que su hermana inició el proceso para ser religiosa, Encarnación Riol afirma que esta nunca le ha hablado sobre el “noviciado” como tal. “Nunca me contó sobre ello personalmente. Eran más frecuentes las conversaciones sobre ello cuando salía el tema en familia”. Sin embargo, esto no quiere decir que tuviese una relación distante con sus hermanas. De hecho, garantiza que todas siguen en contacto. “A día de hoy, cada una vivimos en una parte de España pero todos los domingos nos conectamos por WhatsApp y charlamos un rato”.
Más allá de las pastas
La idea de una mujer mayor hablando con sus hermanas por el móvil en el Día del Señor no es precisamente la imagen que se le viene a uno a la cabeza cuando piensa en una monja. Pero es que Encarnación no solo habla por WhatsApp sino que también, según ella cuenta, lo mismo pinta que hace de carpintera, de fontanera, de albañil… Pero lo más importante, no hace pastas. “El mito que se tiene sobre que las monjas solo hacemos pastas no es así”. Piensa que hay mucho desconocimiento de la vida religiosa. “La vida consagrada va más allá de las pastas. Si estás en un convento, dedicas la mayor parte de tu vida a Dios y tienes que buscar la forma de vivir. Muchas cocinan pero otras trabajan en el campo, en temas informáticos o realizan trabajos para empresas”.

En su caso, además de ser directora de la Residencia Nuestra Señora del Huerto, también trabaja en el Colegio Nuestra Señora del Huerto. Así, la hermana Encarnación lo primero que hace al levantarse es rezar y, después de desayunar, servir en el ámbito de la educación como quería Gianelli. “A mí siempre me hubiese gustado estudiar medicina y psiquiatría pero cuando llegué aquí me propusieron estudiar magisterio. Soy una persona muy versátil así que dije que sí. Después, estudié enfermería”. Durante el día también tiene distintos ratos de oración. Por ejemplo, a la tarde hace una oración mariana que suele ser el Rosario, la oración de la noche para dar gracias a Dios por el día y la oración propia de la Congregación. “A nosotras el fundador nos dijo que le gustaría que hiciéramos todos los días una hora de oración personal. Eso te alimenta porque es estar con tu amado a solas contándole lo que te pasa”. Además, la Eucaristía diaria no puede faltar.
«Yo no tengo nada. Cumplo con mi voto de pobreza»
Estar en la Congregación Hijas de María Santísima del Huerto supone que su rutina también incluya la posibilidad de hacer distintos voluntariados. “Hago muchos viajes por mi misión ya que tengo que tener reuniones con las otras hermanas que están en América”. Además, en 2006 estuvo un mes en Paraguay junto con un periodista, un médico y una estudiante de medicina visitando los hospitales de distintos pueblos. A África viajó más tarde. “Era tan pobre que vi que había que hacer algo. La gente no tiene para comer, ir al colegio, al médico… Ahora tenemos unos 50 niños apadrinados y les mandamos soporte y manutención”. El dinero que ganan de su sueldo lo ponen en común y lo mandan a las casas centrales para que ellos lo repartan a los necesitados. “Yo no tengo nada. Cumplo con mi voto de pobreza. Forma parte de mi servicio a la sociedad”.
Pero su sueldo no es la mayor aportación de la hermana Encarnación. “Yo estoy dando mi vida. Todo lo que hago va en función a lo que Dios quiere de mí: que haga el bien”, explica. Sin embargo, no se siente llamada a estar recluida toda la vida en un convento. “Soy una persona que necesita a Dios en su vida, pero también soy una persona extrovertida que quiere trabajar”.
Recuperar la fe en los jóvenes
Su trabajo en la residencia y en el colegio de Nuestra Señora del Huerto consiste en educar a los alumnos en la fe. “Es muy difícil porque la diferencia generacional se nota. Creo que hay que buscar otras formas de hacerlo”. Su objetivo es conseguir que vayan a misa ya que “nunca se sabe cuándo Dios puede tocarte el corazón”. Según la hermana, la fe se está perdiendo entre los jóvenes. “Cuando yo era pequeña, recuerdo escuchar a un político decir: “Dejadme a los jóvenes y en 10 años tendremos una sociedad sin Dios”. Y lo han conseguido”. Al dirigir la residencia, Encarnación Riol ve a las alumnas salir de fiesta cada fin de semana y le preocupa la situación de los jóvenes. “¿Qué ofrece la sociedad? Bienestar material. ¿Luego qué ocurre? Que hay mucho vacío. Las cosas materiales no llenan el corazón”.
Tras volver de la Jornada Mundial de la Juventud en agosto del 2023, el sacerdote del Colegio de Nuestra Señora del Huerto se reunió con la hermana Encarnación para comentar lo vivido. “No te puedes imaginar la pobreza que hay en los jóvenes. Se sienten desamparados, con falta de amor y utilizando la droga como sustitutivo de la felicidad”. La hermana lo tiene claro. “Cuanto más se os da, más infelices sois porque ponéis la felicidad en cosas materiales. Aún así, el cristiano no tiene que ser una persona triste o amargada. Hay que salir y divertirse, pero siempre dentro de la normalidad”.
«Cuanto más se os da, más infelices sois»
A día de hoy, muchos se plantean la posibilidad de que es la Iglesia la que separa a los jóvenes de Dios. Declaraciones como las del Papa Francisco I sobre descartar el matrimonio homosexual de la naturaleza de la Iglesia católica hace que los jóvenes no acaben de verse reflejados en la institución. “En las situaciones en las que podemos pensar diferente a la Iglesia siempre pido prudencia”. Según la hermana Encarnación, cada institución tiene sus normas y, en el caso de la Iglesia, unas están puestas por Jesús y otras por los tiempos, las circunstancias o las personas que han tenido que regir la institución. “Yo creo que la Iglesia está funcionando bastante bien pero, a día de hoy, la Iglesia y ser practicante se considera políticamente incorrecto. El problema es que a veces la Iglesia nos incomoda porque nos dice que nuestros actos están mal. Sin embargo, ante esto, nuestra respuesta no puede ser rechazar directamente lo que nos dice”.
Las dudas de Encarnación Riol acerca de Dios y la Iglesia son casi inexistentes. “Siempre he estado cien por cien segura de que Dios existe y, en general, coincido en todo con la Iglesia”. A pesar de su plena confianza, su entrada en la vida consagrada fue un baño de realidad. “Yo al principio veía la vida religiosa como el cielo en la tierra. Luego, te das cuenta de que está formada por personas normales con sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas. Al fin y al cabo, ¿a quién escogió Jesús como sus discípulos? Eligió a un traidor, otro robaba impuestos y otro formaba parte de un grupo armado. Gracias a esa gente normal, nosotros vamos aprendiendo”.
Como alternativa para los jóvenes que no acaban de verse del todo reflejados en la Iglesia propone nuevos movimientos como Hakuna. Este grupo de música religioso se fundó en 2012 con el objetivo de cantar música dedicada a Dios durante las Jornadas Mundiales de la Juventud. “Me parece un signo de fe de los tiempos. En la JMJ con Hakuna hay una manifestación explosiva de fe donde están todos a una y eso se contagia. Es un fenómeno que toca los corazones y eso es lo que se necesita para revivir la fe”.
(Reportaje realizado para la asignatura de Géneros y edición de diarios y revistas del Grado de Periodismo en la Universidad de Navarra).
Vosotros, ¿también pensabais que las monjas solo hacían pastas? Y ¿qué pensáis de Hakuna? ¡Os leo en comentarios!

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